Hoy nos encontramos en medio de una transición crítica que es responsable de otra transformación aún más radical, la revolución digital. La nueva masa es el enjambre digital.
El enjambre digital no es ninguna masa porque no es inherente a ninguna alma, a ningún espíritu. El alma es congregadora y unificante, el enjambre digital es atomizado e individual formado por individuos aislados. Los individuos se funden en una nueva unidad, en donde carecen de perfil propio. Al enjambre digital le falta el espíritu y el alma de la masa, es decir, los individuos que se unen en el enjambre digital no desarrollan ningún nosotros. El enjambre digital, contrariamente a la masa, no desarrolla ningún nosotros, ni es coherente en sí mismo. No se manifiestan como una voz única, por lo que son solamente ruido.
El homo digitalis es cualquier cosa menos nadie, es un alguien penetrante, que se expone y solicita continuamente atención. Se presenta en algunas ocasiones de manera anónima, pero es un alguien, un alguien anónimo. El hombre digital constituye una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin alma o espíritu. Son personas que viven al margen de la sociedad, aislados (Hikikomoris).
Algunas veces se configuran como colectivos, pero son movimientos fugaces e inestables, caracterizados por la volatilidad, actuando de manera carnavalesca, lúdica y sobre todo, no vinculante. Disolviéndose tan rápidamente como se han creado, fugazmente, por lo que es imposible que se conviertan en masa, marchando en una dirección, con espíritu voluntario y firme, creadora de un nosotros, de una acción común, engendrando y creando poder. Masa es poder. Lo que constituye y caracteriza a la sociedad actual no es la multitud, sino la soledad; generando una decadencia de lo común, de lo comunitario.
El medio digital es un medio de presencia, siendo su temporalidad el presente inmediato; las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. Cada individuo produce y envía información, sin intermediarios poniendo fin a la época de la representación. La representación cede el paso a la presencia, a la copresentación.
El modo de proceder de lo digital es la adicción. Define un nuevo ser y anuncia un cambio de paradigma. Vivimos una crisis del espíritu. El medio del espíritu es el silencio y lo digital destruye el silencio, y al ser adictivo no conduce a nada espiritual.
El medio digital despoja a la comunicación de su carácter táctil y corporal, evitando el contacto directo con las personas.
Hoy las imágenes no son solo copias, sino modelos. Somos iconoclastas, pero las imágenes que consumimos destruyen la poética de la imagen, que no es más que mera copia de lo real, domesticadas para consumo las privamos de su verdad.
La palabra digital se refiere a dedo que cuenta y calcula constantemente. Lo digital absolutiza el número y el contar; y todo se hace numerable, empírico; y su contrario, todo lo que no puede numerarse, contarse, no existe.
El mundo de lo digital es un mundo de cazadores, no de recolectores ni de agricultores, sino de cazadores de la información. El poder y la información no se soportan. Poder y misterio están fundamentados en la interioridad, mientras el medio digital es desinteriorizante. Y los cazadores de información exigen transparencia al poder. Con el crecimiento de la transparencia crece también lo oscuro.
Véase, Byung-Chul Han, En el enjambre, Barcelona, Herder, 2014.
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