¿Es el hombre un lobo para el hombre como predijo Hobbes? ¿Vale de algo la educación, la cultura, nuestras experiencias para predecir nuestro comportamiento empático? ¿Nos metemos verdaderamente en la piel del otro o simplemente aparentamos interés? ¿Es el altruismo otra forma de egoísmo que nutre nuestro ego de fingida bondad? ¿Somos realmente bondadosos con los otros?
Muchas de estas preguntas se ha hecho el hombre desde los griegos hasta la fecha; y las respuestas siempre han sido ambiguas y tamizadas por las circunstancias. Por ejemplo, en las crisis colectivas, desastres naturales, atentados terroristas, que nos cogen por sorpresa, es decir, que no esperamos, parece ser que aumenta nuestra forma de ver en la desgracia ajena un reflejo de la propia, y el ser humano es capaz de ayudar a sus semejantes sin egoísmos. Pero durante guerras y contiendas bélicas, donde la estructura social se desmorona, rápidamente buscamos una respuesta violenta a nuestros sufrimientos, siendo capaces de las mayores barbaries el en nombre de la supervivencia. Es decir, que para sobrevivir somos incapaces de ver que los otros seres sufren nuestros mismos miedos, al revés, la lucha por la vida nubla nuestros anhelos de bondad y pervive en nosotros el más alto de los egoísmos, el "valor de nuestra vida" es superior a la de los que pretenden arrebatárnosla.
Por eso mismo, las circunstancias son realmente las que nos hacen comprender que nuestro grado de bondad dependerá del grado de bondad ajena. En un mundo que se desmorona, donde las leyes no tienen cabida, nos podremos convertir, si no podemos escapar de las circunstancias, en el mayor "homo homini lupus".
Creo que si la bondad pervive en esas circunstancias es gracias a componentes más elevados de nuestra racionalidad, por ejemplo mediante nuestras creencias, nuestra fe, y no a la racionalidad humana.
Esto no quiere decir que no podamos ser solidarios en tiempos de guerra, eso sí, siempre hacia los grupos afines a los nuestros que tienen un mismo enemigo, pero se nublará nuestra empatía hacia los que no son como nosotros.
Creo que en el experimento que vemos en el vídeo, la gente se puede permitir ayudar al niño, y abrigarle con sus propias prendas, incluso con el componente de sacrificio que comporta el pasar frío..., hasta llegar a casa, entrar en un café, coger un autobús o un taxi, y sentirnos bien con nuestra propia bondad; sobre todo, si vemos a los demás involucrarse y ayudar.
¿Pero qué hubiera pasado si ese mismo ejemplo sucediera durante una guerra prolongada y bárbara? Estoy convencido que el niño, probablemente, hubiera fallecido de hambre o frío a la vista de sus semejantes sin ninguna ayuda.
Pienso que nuestra bondad o maldad dependerá siempre de nuestras propias circunstancias y la de la gente a la que queremos o grupos sociales primarios. Es en estos momentos cuando somos el más salvaje de los animales, y que nuestra cultura, educación y valores, pueden pasar a un segundo plano frente a la adversidad ajena. Es el triunfo de la banalidad del mal que acaba con nuestra humanidad, y nuestra dignidad.
A continuación, el controvertido experimento de Stanley Milgram sobre la obediencia a la autoridad.
En este ejemplo vemos que la reacción suele ser el obedecer a la autoridad, y nuestros paradigmas personales desaparecen bajo el yugo de hacer lo que nos dicen que es correcto, sin tamizar nuestros pensamientos y las órdenes que recibimos, ni por nuestros sentimientos ni por nuestra racionalidad.
Me gustaría pensar lo contrario, y creerlo. Pero estoy convencido de que nuestra generosidad no es tan grande como para sacrificarnos por los otros, si no es por un beneficio mayor, sea este espiritual, material o un conjunto de ambos. Difícilmente podremos mantener nuestra dignidad frente a las necesidades primarias no resueltas, el estoicismo y el heroísmo personal serán raros y mínimos. En este caso, soy escéptico frente a la bondad humana.
Creo que en el experimento que vemos en el vídeo, la gente se puede permitir ayudar al niño, y abrigarle con sus propias prendas, incluso con el componente de sacrificio que comporta el pasar frío..., hasta llegar a casa, entrar en un café, coger un autobús o un taxi, y sentirnos bien con nuestra propia bondad; sobre todo, si vemos a los demás involucrarse y ayudar.
¿Pero qué hubiera pasado si ese mismo ejemplo sucediera durante una guerra prolongada y bárbara? Estoy convencido que el niño, probablemente, hubiera fallecido de hambre o frío a la vista de sus semejantes sin ninguna ayuda.
Pienso que nuestra bondad o maldad dependerá siempre de nuestras propias circunstancias y la de la gente a la que queremos o grupos sociales primarios. Es en estos momentos cuando somos el más salvaje de los animales, y que nuestra cultura, educación y valores, pueden pasar a un segundo plano frente a la adversidad ajena. Es el triunfo de la banalidad del mal que acaba con nuestra humanidad, y nuestra dignidad.
A continuación, el controvertido experimento de Stanley Milgram sobre la obediencia a la autoridad.
En este ejemplo vemos que la reacción suele ser el obedecer a la autoridad, y nuestros paradigmas personales desaparecen bajo el yugo de hacer lo que nos dicen que es correcto, sin tamizar nuestros pensamientos y las órdenes que recibimos, ni por nuestros sentimientos ni por nuestra racionalidad.
Me gustaría pensar lo contrario, y creerlo. Pero estoy convencido de que nuestra generosidad no es tan grande como para sacrificarnos por los otros, si no es por un beneficio mayor, sea este espiritual, material o un conjunto de ambos. Difícilmente podremos mantener nuestra dignidad frente a las necesidades primarias no resueltas, el estoicismo y el heroísmo personal serán raros y mínimos. En este caso, soy escéptico frente a la bondad humana.