Ocho grandes empresas de tecnología han firmado una petición para que el presidente Obama y el Congreso de Estados Unidos hagan una reforma en sus prácticas de vigilancia.
La iniciativa ha recibido el nombre de Reform Government Surveillance (Reforma de la Vigilancia del Gobierno, en inglés) y ha sido impulsada por las compañías de AOL, Apple, Facebook, Google, LinkedIn, Microsoft, Twitter y Yahoo. Esta alianza tiene como objetivo principal protestar de forma abierta y formal contra los programas de espionaje y monitorización masiva que la NSA lleva efectuando desde hace años, y que tanta polémica han causado en los últimos meses por la supuesta intercepción de datos de usuarios en algunas de las mencionadas compañías. La petición se basa en cinco principios que, según las empresas implicadas, deben tenerse en cuenta en la reforma de la vigilancia: limitar la autoridad del gobierno para recolectar información de los usuarios; la supervisión y rendición de cuentas; la transparencia sobre las demandas del gobierno; el respeto al libre flujo de la información y evitar conflictos entre gobiernos. Además, en esta carta cada uno de los CEOs de las distintas compañías -a excepción de Apple- han escrito una cita propia en la que explican su defensa por los derechos de privacidad de los usuarios.
Un manifiesto firmado por 562 intelectuales y escritores, de 82 países, está circulando en redes sociales y en todos los medios. Lo que piden escritores como Coetzee, Grass, Berger, Amis, Ford, Goytisolo o Cercas, es que se termine con la vigilancia a través de medios digitales. Todavía se puede firmar contra espionaje masivo.
Dice el manifiesto del 12 de diciembre de 2013:
En los últimos meses, el alcance de la vigilancia masiva se ha convertido en un hecho bien conocido. Con unos cuantos clics de ratón, el Estado puede acceder a nuestros dispositivos móviles, nuestro correo electrónico, nuestras redes sociales y nuestras búsquedas en Internet. Puede seguir la pista de nuestras inclinaciones y actividades políticas y, en colaboración con empresas proveedoras de Internet, puede reunir y almacenar todos nuestros datos y, por tanto, predecir nuestras pautas de consumo y nuestro comportamiento.
El pilar básico de la democracia es la integridad inviolable del individuo. La integridad humana no se limita al cuerpo como un ente físico. Todos los seres humanos tienen derecho a no ser observados ni molestados en sus pensamientos, sus entornos personales y sus comunicaciones.
Este derecho humano fundamental ha quedado anulado y vaciado de contenido por culpa del mal uso de los avances tecnológicos que hacen los Estados y las empresas que llevan a cabo programas masivos de vigilancia.
Una persona vigilada deja de ser libre; una sociedad vigilada deja de ser una democracia. Si queremos que nuestros derechos democráticos sigan teniendo validez, es necesario que se respeten en el espacio virtual además del espacio físico.
—La vigilancia viola la esfera privada y pone en peligro la libertad de pensamiento y de opinión.
—La vigilancia masiva trata a todos los ciudadanos como posibles sospechosos. Anula uno de nuestros triunfos históricos, la presunción de inocencia.
—La vigilancia vuelve transparente al individuo, mientras que el Estado y las empresas actúan en secreto. Como hemos visto, este es un poder del que se abusa sistemáticamente.
—La vigilancia es un robo. Estos datos no son de propiedad pública; nos pertenecen a nosotros. Cuando se utilizan para predecir nuestro comportamiento, nos están robando algo más: el principio del libre albedrío, parte esencial de la libertad democrática.
» Exigimos el derecho a que cada ciudadano decida cuáles de sus datos personales pueden —a falta de un procedimiento legal legítimo— reunirse, almacenarse y procesarse, y quién puede hacerlo; a que pueda informarse sobre dónde se almacenan y cómo se emplean sus datos; a lograr que se borren sus datos si se han obtenido y almacenado ilegalmente.
» Exigimos a todos los Estados y empresas que respeten estos derechos.
» Hacemos un llamamiento a todos los ciudadanos para que se levanten a defender estos derechos.
» Hacemos un llamamiento a Naciones Unidas para que reconozca la vital importancia que tiene la protección de los derechos civiles en la era digital y cree una Carta Internacional de Derechos Digitales.
» Hacemos un llamamiento a los Gobiernos para que se adhieran a ese convenio.
Neil Smelser, nació en 1930, y es profesor emérito de sociología de la Universidad de California, Berkeley. Sus investigaciones han girado entorno al comportamiento colectivo. Se licenció en la Universidad de Harvard, y a los 24 años fue co-fundador con Talcott Parsons de Economía y Sociedad; convirtiéndose en el quinto director del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento (1994-2001).
Se puede afirmar que Neil Smelser inició la moderna sociología del comportamiento, siendo un complemento a los estudios de psicología social en temas como el de la interacción cruzada en los grupos sociales, los comportamientos individuales en situaciones sociales de grupo, o las normas que emergen de las distintas situaciones sociales.
Smelser, y su Teoría de la tensión, puede sintetizarse diciendo: "los episodios del comportamiento colectivo constituyen con frecuencia un primer estadio de cambio social, manifestándose cuando se presentan condiciones de tensión, pero antes de que los medios sociales hayan sido movilizados por un ataque específico y posiblemente eficaz a las fuentes de tensión. Ésta es una razón para definir el comportamiento colectivo como no institucionalizado, lo cual se verifica cuando la acción social estructural está bajo tensión y cuando los medios institucionalizados con el fin de dominar la tensión son inadecuados. (...) El control social bloquea los intentos precipitados de los episodios colectivos para llegar a rápidos resultados; si el control social es efectivo, ello canaliza las energías de los estallidos colectivos hacia tipos más modestos de comportamiento". Opina Smelsen que son necesarios seis elementos determinantes para que exista un comportamiento colectivo:
1 – Unas condiciones estructurales de conductividad social, que hagan posibles ciertos comportamientos, como por ejemplo, la proximidad espacial, es decir, una infraestructura que permita la conectividad y el flujo de formación e información de ideas. En este caso las redes sociales se comportan como elementos estructurales de conductividad social, al unir conductas heterogéneos en elementos homogéneos gracias a la red. Podríamos hablar de un tipo de "conducta en red". Lo denomina también de prospección social, o la predisposición de un orden social a verse atravesado por comportamientos colectivos.
2 – Una tensión estructural, es decir, el fenómeno específico que se produce en el ámbito de las condiciones de la prospección; en nuestra sociedad es originada por desigualdades, injusticias o crisis económica que elevan la temperatura del clima social. Es el caldo de cultivo para que las condiciones estructurales de conductividad social se lleven a cabo, es por así decir, como el clima social que lleva a los individuos a identificarse y empatizar con situaciones que les son comunes.
3 – Una creencia generalizada, una teoría, explicación o hecho social que conduzca a una determinada masa crítica a comprender, o creer haber comprendido, la naturaleza del problema. En esta cuestión debemos de separar las creencias que son creadas por grupos políticos y de presión y las que se originan de manera voluntaria por individuos y que luego son los grupos políticos, asociaciones y colectivos las hacen suyas e identifican como sus creencias. Las creencias generalizadas pueden ser falaces o inventadas, ciertas o verdaderas, pero siempre serán incompletas, al hacer comprender una parte o problema como un todo. Yo las denominaría ideas generalizadas o corrientes de opinión con un fuerte componente emocional más que racional.
4 – Unos factores precipitantes, una chispa que encienda la llama que puede adoptar en ocasiones las más inesperadas formas. Suele coincidir con cambios en la realidad social que se vislumbran como permanentes, es quizás el miedo al cambio lo que lo origina y en muchas ocasiones el más débil acontecimiento lo provoca.
5 – Una movilización para la acción. Es necesario algún tipo de estructura organizativa que permita, coordine y oriente las movilizaciones. Hablamos de una organización entorno a esas ideas generalizadas que puede o no permanecer en el tiempo o ser apropiada por las asociaciones, organizaciones y colectivos, para sus propios intereses.
6 – Un fallo en el control social por parte de las autoridades. Provocado por la forma en que estas reaccionan o no ante las protestas. Normalmente es la utilización de la violencia debido a que las normas y valores sociales pueden transgredirse. La provocación a los elementos que componen las formas de control social, como son las leyes establecidas, es lo que van buscando en muchas ocasiones esos comportamientos colectivos que quieren de cualquier forma adscribir sus críticas a la realidad para llevar a cabo un comportamiento colectivo determinado.
A través de estos seis factores sociológicos, Smelser subrayó variables como el anonimato de las multitudes, las crisis económicas, la alienación social o los fuertes liderazgos. Mostró que estas variables simples tienen lugar en combinación con otras variables relevantes para que se vean incrementadas significativamente las posibilidades de que se produzca una determinada conducta social.
Las seis variables en el sistema de Smelser son condiciones necesarias para que se produzca un comportamiento social determinado y cuando se combinan en el mismo tiempo y lugar, son condiciones también suficientes para el surgimiento de un determinado comportamiento colectivo. Así, cuando se combinan simultáneamente se producirá histeria colectiva, pánico, disturbios, reformas o movimientos revolucionarios. Además, sostuvo que los diferentes aspectos de las seis condiciones, y sus combinaciones, podrían predecir cuál de los cinco tipos de comportamiento colectivo mencionado anteriormente se produciría.
Varias han sido las críticas a Smelsen, la primera es la que hay un excesivo papel a las creencias para que se produzca un comportamiento colectivo, con lo que actúa de menoscabo al relieve que debería darse a las condiciones histórico-estructurales y a su especificidad. En segundo lugar, hay una especie de irracionalismo en los comportamientos colectivos, siendo el cambio un producto de una fuente exterior a la colectividad. Y finalmente, se desafía al propio supuesto del extructural-funcionalismo; mientras que Smelsen ve en los comportamientos colectivos una disfunción social que de cualquier modo debe de reabsorber el sistema para seguir subsistiendo. Aunque no sin carencias, la teoría de Smelsen sigue siendo uno de los esfuerzos más ambiciosos y estimulantes para la comprensión de los comportamientos colectivos.
[Véase, Neil J. Smelser, Teoría del comportamiento colectivo, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1ª reimp., 1995; Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, Dicionario de Política, México, Siglo XXI editores, 14ª ed., 2005, págs. 1016-1017].